domingo, 27 de junio de 2010

Francisca

Cada cerebro biológicamente hablando, puede ser similar, pero es evidente que todos funcionan de una manera distinta. El de Francisca Alonso, por ejemplo, no retiene datos, números, fechas, direcciones o nombres, sino conceptos, ideas y sensaciones. Es incapaz de memorizar o de aprender linealmente: inventa, salta, mezcla, relaciona y olvida, olvida mucho y ese reseteo constante hace que esté continuamente buscando nuevos estímulos.
Francisca puede leer un libro de 500 páginas dos veces y al faltar 10 hojas para el final, empieza a tener una sólida sospecha de cómo va a terminar y allí se da cuenta de que ya lo había leído. Olvida completamente las historias, excepto detalles que la marcaron emocionalmente o imágenes que la impresionaron. Por ejemplo, de “El Coronel no tiene quien le escriba” recuerda un momento que el desdichado protagonista rasquetea con una cuchara el fondo de una lata de café y remueve el óxido que también vierte en su taza. Así como de “Crónica de una muerte anunciada” sólo puede repetir que uno de los personajes, muy enfermo, se para en un árbol a orinar y esto le causa tanto dolor que “siente que mea vidrio molido”. Hasta aquí también podríamos culpar a García Marquez por lo intensas y desafortunadas de sus imágenes, pero también, de “Rojo y negro”, por ejemplo, un libro de Stendhal, de 623 páginas, puede decir que en algún momento del relato, hay una descripción tan maravillosa de un salón de baile que le hace sentir que nació en la época equivocada, la misma sensación que le dejó Gustave Flaubert con Mme. Bovary.
Francisca no recuerda direcciones, sino caminos, casas en las esquinas, árboles y nidos de pájaros en los cables. Jamás pudo memorizar un teléfono, pero está segura de que la van a llamar. Calcula con la intuición, mide con el sentimiento y evalúa con el corazón. Llega a conclusiones por caminos insospechados, entra al cactus del balcón para que no tenga frío y le sonríe a los perros de la calle para que no se sientan tan solos.
Por suerte siempre hay una Francisca en el barrio, o en algún lugar debajo de nuestro sombrero.

lunes, 21 de junio de 2010

La vida en shuffle

Pedaleando en una bicicleta fija uno no tiene la responsabilidad de dirigir el velocípedo a ningún lado, no tiene chances de distraerse con el paisaje, ni debe preocuparse por cómo pedalean los demás ciclistas ya que jamás se cruzará con uno.
Para que la liberación sea absoluta, pongo el Ipod en shuffle para que él cargue con el compromiso de musicalizar el momento.
La mente salta desesperada de un pensamiento a otro, eximirla de obligaciones no hace más que acelerarla y motivarla a buscar urgentemente algo en qué ocuparse. Repasa el día que vivió o planifica el futuro, inmediato o a largo plazo. El mañana es plena incertidumbre y eso la inquieta aún más.
¿Cómo lidiar con lo que vendrá montada en un aparato que no va a ningún lado y armada solamente con mi Ipod? Ahh, la imaginación humana está siempre ahí para echarnos una mano y rescatarnos de la monotonía.
Cerré los ojos, y como quien pone a rodar un globo terráqueo para pararlo con el dedo en un destino, puse a girar mi lista de canciones y sin mirar hice doble click en una que me depararía el destino de mañana. El mensaje podría ser claro y directo, como metafórico, yo tendría que interpretarlo lo más acertadamente posible. Entonces empezó a sonar algo que no reconocí al instante, pero una rápida ojeada a la pantallita me dio el nombre del tema y el presagio para el martes 22 de junio: “Die another day” de Madonna.
Bueno bueno, aquí tenemos buenas noticias. En principio, está claro que no es mi último día de vida y eso me da una alegría estúpida porque tampoco temía que lo fuera. Pero, ¿por qué puedo asegurar que mañana no va a ser mi último día? El tiempo es finito, eso es lo decepcionante, eso es lo maravilloso.
Creo que mi Ipod trató de darme una lección de vida y me sentí muy banal porque esperaba que arroje resultados que tengan que ver con cuestiones a corto plazo, como: Surfin´USA, que podía prever un viaje, Desde lejos no se ve, de los Piojos, pronosticando una inminente miopía, Salir a comprar de Divididos, tema que augura un buen día de shopping o La Chinita de Manu Chao, vaticinando un encuentro con la cajera del súper. Temas que hubieran demandado más esfuezo de interpretación hubieran sido: Boom Boom Pow de Black Eyed Peas o Woo Hoo y me hubiera desconcertado, ciertamente, un instrumental.
Entonces bajé de la bicicleta, cansada, transpirada, iluminada: la vida está constantemente en shuffle y a cada rato nos sorprende con un ritmo distinto, pero ya estamos metidos en el baile.