domingo, 30 de agosto de 2009

Hellman III

Eric Hellman fue el invitado de honor en la III Conferencia sobre Calentamiento Global organizada por la UICN en Estrasburgo. En esta ocasión Hellman dictó una charla de 9 horas y media logrando el agotamiento extremo del público. Habló de los gases de efecto invernadero, de combustibles no tóxicos, de los agroquímicos, del aborto, de apicultura, de la posible relación entre Brad Pitt y Carmen Electra, de la cuenca del río Reno y no se privó de hacer una “lectura cósmica de la borra del café” para determinar cuál iba a ser el futuro de nuestro planeta.
Después de tan tediosa jornada cerró su exposición diciendo: “Detesto a los teóricos ambientalistas que se esfuerzan en buscar argumentos físicos, biológicos, éticos, culturales y sociales para acreditar la necesidad de salvar al mundo, como si el objetivo necesitara tanta justificación. En estas casi 10 horas, ni ustedes ni yo hemos hecho un carajo por el planeta. Buenas noches.”
Con este mismo criterio, con el mismo ánimo de brindar esta moraleja, el año anterior había lanzado su libro: “La vida tiene dos estados, ON y OFF”. La edición venía sellada con una faja de papel y cuando uno compraba el libro y sacaba el envoltorio, se percataba de que las 350 páginas estaban en blanco, excepto la última que rezaba: “Si entendiste el título, ya sabés todo lo que tenés que saber. Volá de acá y ponete a hacer algo útil”. Aún así el libro fue un best seller y toda la tinta que no usó Hellman fue utilizada por periodistas de New York Times, Le Figaro, Washington Post, Le Mond, O globo, entre otros, que no paraban de escribir artículos, comentarios y críticas sobre el libro.
En una entrevista televisiva en Paris, Karin Cohen, la reportera estrella de TV France le preguntó por qué había buscado esa explosión mediática, a lo que Hellman respondió: “Yo nunca busco, sólo encuentro. Igual, me parece una pelotudez lo que hicieron”.
Hellman despierta conciencias a las patadas, y se abre camino en las mentes distraídas a los guadañazos, cortando de cuajo pensamientos burócratas e ideas estériles. También le pega de zurda a los valores capitalistas, evita las leyes que lo entorpecen e impone sus propias reglas a la hora de avanzar sobre soluciones concretas y determinantes para un mundo mejor.
Mandá un mensajito al 1515 con la palabra: “Hellman” y votá para que se nombre el “Día mundial del filósofo verde”.

jueves, 20 de agosto de 2009

La infancia huele a pancho con savora.

Charles Fernández ve al mundo por las narices. Si bien no hay problemas con sus ojos, él desarrolló tempranamente una extraordinaria capacidad olfativa. Desde muy pequeño olía el colectivo que lo llevaba a la escuela 10 cuadras antes de que apareciera por la esquina y, junto al perro, se paraba en la puerta 5 minutos antes de que llegue su madre.
En la escuela describió la casa de su abuela como “un caldo caliente tan espeso que sólo es cortado por la presencia fresca y ácida del olor a jabón de la tía”.
Podía hallar a su gato perdido siguiendo una estela de partículas de polvo en el aire, el olor seco de una alfombra recién sacudida.
Charles aprendió a amar los distintos perfumes de las estaciones y mientras camina juega a descubrir si los árboles que verá en los próximos 12 mil metros estarán florecidos o no.
Suele embriagarse con el bálsamo que trae el viento antes de una tormenta , con la fragancia efervescente del pasto mojado y con el perfume de las panaderías que están por abrir.
Odia el olor a cuero mojado de los taxis y los colectivos. Pero en el 160 se dio cuenta de que también podía oler los estados de ánimo. Así empezó a diferenciar el humor de los pasajeros percatándose de que la ansiedad huele a menta y café, mientras que la paz huele a menta sólamente. Las mentiras apestan a brócoli y el dolor sofoca con su acidez. Aunque a veces emana una pestilencia dulce que se confunde con el olor de un perro herido.

lunes, 17 de agosto de 2009

Ovejas

Había una vez un rebaño de ovejas tan blancas que por las noches parecían un manojo de estrellas caídas. Moldeadas con espuma y algodón, flotaban pomposas sobre el pastizal. Era imposible distinguirlas, todas eran infinitamente blancas y hermosas. Un día, de dos ovejas, que distraídamente podríamos confundir con nubes, nace una negra, más negra que su propia sombra. Todas las ovejas se acercaron y formaron un gran pelotón incandescente para ver a la nueva criatura.
Ni un pelo blanco. Ni uno.
El rebaño ahora tenía una mancha. Una mancha que lo cambiaría para siempre. Porque para eso están las ovejas negras.

sábado, 8 de agosto de 2009

Vientos serranos.

Mario Guarnaschelli hizo un descubrimiento por casualidad: caminaba por unas sierras del sur de Buenos Aires y de pronto algo llamó su atención. Se detuvo y entonces pasó. Al principio era un cosquilleo en la cabeza, después una molestia mayor. Parecía que el viento se enredaba y tironeaba de su pelo. Mario podía sentir las ráfagas dentro de su cabeza. Le costó asumirlo, pero la sensación era vívida y la hipótesis exacta: se estaban volando sus pensamientos. Pudo escuchar cómo de a poco se apagaba el monólogo interno, esa hilera de palabras histéricas que saltaban y se peleaban, esas imágenes irreconocibles revolcándose y mezclándose. Una a una las oraciones incompletas y sin sentido comenzaron a escaparse por los remolinos que dibujaban sus rulos y pudo percibir los primeros huecos de silencio.
Un poco más tarde apareció el olvido. El olvido que limpia, que perdona, que renueva, que llena el aire fresco de algo mucho más liviano que el aire.
Apenas otro poco después llegó la paz.
Mario supo que ese lugar era mágico o que ese viento era mágico, siempre quiso volver, pero jamás recordó cómo llegar.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Ornitólogos

Está mirando hacia arriba. Tiene una gorra con visera. Un par de binoculares colgando del cuello y un librito en la mano que consulta asiduamente. Sin dudas, nuestro personaje es un ornitólogo.
El Filósofo, Pensador, Analista Comportamental y Encantador de Serpientes Gabrielle T., oriundo de la tierra del Roquefort, el Camembert y el Carrefour, los define como “coleccionistas”.
Para ellos, el mundo de las aves, su mundo, aparece dibujado en láminas de llamativos colores dentro de una guía de la cual no se separan jamás. Allí están ilustradas todas las especies posibles de pájaros y su misión durante su existencia es el avistaje directo de la mayor variedad de ejemplares que sus días les permitan observar. Así caminan por el planeta capturando especies con sus cámaras fotográficas como si llenaran un infinito álbum de figuritas biológico. Una pieza difícil es el mayor trofeo para el ojo y la observación merece ser registrada con prolija letra cursiva en una libreta de reliquias.
Hurgan el mundo de una manera especial, obsesiva, metódica, sistemática, con todas las características del perfil de un asesino serial que guarda a sus víctimas descuartizadas en tuppers, meticulosamente etiquetados, dentro del freezer.
Aunque el especialista, Gabrielle T. nos asegura que son inofensivos, no deja de sorprender esa vocación por realizar un permanente inventario orgánico de todo lo que tenga pico y alas.
Una vez, uno de ellos le contó a su psicólogo un sueño: “Todo lo que había en el mundo estaba adentro de un frasco y esos frascos tenían un rótulo con el nombre de cada cosa y eso me hizo feliz”.
Hay un mundo para cada par de ojos.

Mirko, el milico hippie.

Mirko Swarosky nació en Eslovaquia, cuando era Checoslovaquia. De pequeño vivió rodeado de imponentes bellezas naturales y aprendió a amar profundamente al mundo.
A los 17 se enroló en las Fuerzas Armadas con el objetivo de establecer un orden de paz y amor, a los tiros, si era necesario.
Así escribió su libro de estrategia titulado: “Te mato por tu bien” donde en la introducción deja ver la sensibilidad de sus objetivos. En sus palabras: “Pretendo bombardear al mundo con semillas de flores, liberar a todos los pájaros rehenes de sus jaulas, imponer la fatalidad de la felicidad y decretar la libertad absoluta. Cada persona será sometida al amor del prójimo y cada ser vivo sufrirá el respeto incondicional de todos los otros.
Cada ser humano tiene la obligación de amar, de amarse y de amar a su planeta, a los peces, a los caballos, a los tigres y hasta a las esponjas de mar, todos están amasados con estrellas y magia”.
Mirko luego escribió: “La guerra contra la guerra” donde expresa su odio hacia la violencia con un poco más de violencia y detalla cómo torturaría a aquellos que no actúan con el corazón y son insensibles a las debilidades de los que no tienen voz en este planeta. “Si las ideas entran con sangre, el amor también”, dijo mientras asaba un apio. Todos saben que Mirko es incapaz de comer la carne de un animal y actualmente también invierte parte su tiempo investigando si el apio tiene conciencia del dolor y puede ser capaz de sufrir.
Swarosky es distinto, es imperfecto, es humano y como tal ama a la humanidad, tanto como la detesta. Es la encarnación de nuestra condición compleja, contradictoria, surrealista en su caso.
Hoy a las 19 hs, descorchemos un Malbec, untemos una Cerealita con roquefort y brindemos por Mirko, un hombrecito más.

Kato y yo.

Estamos en el jardín que hay en la Planta Baja. El aire está frío y carga un olor pesado, a masa horneándose. Una hormiga me desafía y me escala un dedo. La felicito por la proeza, pero mis palabras suenan como un huracán y la espantan. Kato me mira, pensó que le hablaba a él. Pero inmediatamente salta a cazar una mariposa. No la agarra. Casi nunca las agarra y eso me hace feliz por las mariposas. El viento hace bailar las hojas largas que salen de las macetas y Kato baila con ellas. Salta en dos patas con sus garras abiertas, tratando de atrapar a vaya a saber qué seres invisibles escondidos en el aire. Vuelve y se acuesta en mi campera. Esa que hice un bollo y dejé al lado mío. Hay mucho lugar, pero estamos pegados. En silencio.
Otro olor, esta vez a salsa, nos hace mirar sincronizadamente hacia la casa del vecino. El cierra los ojos para concentrarse. A mi me cruje la panza.
Subimos a comer. Vamos caminando juntos.