martes, 4 de marzo de 2014

Misterios de la selva Parte III


Sucedió entre 1978 y 1983, nadie recuerda bien cuándo. Tampoco saben decir si realmente sucedió. Lo que no genera ninguna duda es dónde. Cualquier paisano que reaviva la historia puede ubicar precisamente el punto de los hechos. “En el corazón de las yungas, a orillas del Río Los Noques, a la altura del cerro Maldonado”. Así empieza el relato cada vez que alguien decide evocar la magia de aquel día.
Don Julio, que era conocido como “el tigrero”, era famoso por haber ultimado a 148 yaguaretés. Los yaguaretés, que también son conocidos como Yaguares, Uturoncos, Nahuel o Manchados, son populares por ser los mayores felinos de américa. Algo había entre estas dos especies que no podían convivir en el mismo territorio. Se olían, se rechazaban, se detestaban. Julio podía seguir sus rastros hasta en el aire y la estela invisible de ramas rotas que dejaban a su paso. Ellos habían aprendido a escuchar el silencio que él hacía cuando se agazapaba detrás de un quebracho.
Un día, Don Julio, perseguía el indicio de una hembra con su cachorro. Siguió la pista etérea hasta un claro donde se encontró súbitamente, cara a cara, con el enorme gato. La respiración del animal parecía tranquila y no había en su cuerpo indicio de alarma. Julio se desorientó. Detrás de esa hembra magnífica apareció su cachorro y se detuvo junto a ella. Los dos hincaron sus ojos amarillos en los ojos del cazador. Sin temor, sin odio, sin expresión. Un pecarí apareció de la nada. También dos corzuelas y un tapir que parecía perdido. Todos se detuvieron frente a Don Julio y lo miraron profundamente. No había amenaza, pero un escalofrío intenso recorrió como un látigo su espalda desnuda. Primero se tensó. Inmediatamente relajó todo su cuerpo y examinó cada par de ojos. El momento parecía interminable. ¿Cuánto más iban a sostener la mirada? ¿por qué lo miraban? Soltó el rifle y lloró. LLoró como cuando era chico. El desconsuelo era infinito. Abandono. Tristeza. Miseria. Soledad. Nadie calmaría ese llanto. Nunca.
Los animales fueron abandonando el lugar lentamente. Julio se quedó sin lágrimas, pero aún sigue llorando.