sábado, 31 de octubre de 2020

El coach del fracaso.

En esta sociedad exitista y competitiva donde los cuervos, a los que nos les queda otra que criar cuervos, andan ciegos y las gallinas con más huevos que nunca, Marcelo Kempes encontró su nicho y se convirtió en el primer coach del fracaso. 

Marcelo descubrió que la mayoría de las personas que alcanzaron sus objetivos en la vida fueron guiadas por mentores motivacionales, pero existía un mercado mucho más grande, el de los fracasados que no eran acompañados por nadie. Kempes vio con claridad la soledad y la invisibilidad del fracaso y focalizó sus estudios en copilotear a anónimos sin futuro.

Su metodología era directa, invasiva, incisiva y muchas veces lo sacaron a trompadas, pero él era implacable porque estaba convencido de que el abordaje directo era el más efectivo. 

En primer lugar pedía que sus entrenados hagan una lista de los que consideraban sus mayores fracasos en todos los ámbitos. Después debían leerla en voz alta y soportar que Marcelo se cague de risa. Entonces, cuando pensaban que ya no tenían dignidad, aparecía una fuerza que los movía a defenderse. Algunos sólo lo hacían con puños en el estómago, otros rebuscaban argumentos y argucias para sacar aspectos valiosos de sus experiencias y refregárselos en la cara. Otros muchos se cobijaban en la simple comparación y se iban vociferando: ¨Y vos de qué te reís? Pelotudo!¨ De una manera o de otra, Marcelo siempre lograba sus objetivos: 1) que el cliente reconozca su fracaso, lo enfrente, lo acepte, 2) que deje salir la ira que le provoca y 3) que se sienta mejor consigo mismo. 

A fin de cuentas, la cima es el final del camino y el fracaso es una invitación a volver a empezar. Igual, Marcelo no piensa eso, lo hace por plata.