viernes, 27 de febrero de 2009

Las últimas palabras

En algunas sociedades actuales la vida y la muerte es algo que se ve por TV. Los oficinistas viajan a sus trabajos con la certeza de que el 99% de las veces llegarán sanos y salvos. Pero hubo épocas donde los guerreros de profesión se preparaban a cada segundo para enfrentar el fin de sus días. Los samurais dormían sobre sus espadas concientes de que cada suspiro, podía ser el último.
Nuestras batallas nacionales forjaron próceres que aún recordamos gracias a su coraje, su valentía, pero sobre todo gracias a las últimas palabras que expresaron y fueron atesoradas para que hoy ornamenten los libros de historia. Estas palabras son generalmente rimbombantes y de una lucidez y profundidad difícil de comprender en un hombre herido de muerte, con una bala en el pecho, un caballo desplomado sobre el estómago y una carreta que sin querer se le estacionó sobre los muslos. Aún así eran capaces de locutar claramente enunciados como: “Muero pugnando contra la ignominia, acometiendo las afrentas, vilipendiando las insolencias. Oh, sagradísimo señor de los cielos, recíbeme en tus potestades con la humilde honra de mi pundonor”.
Por supuesto, estas palabras no brotaban espontáneamente y eran ensayadas incansables veces frente al espejo. Soñaban con un reportero del Billiken registrando con velocidad cada vocablo.
Pero, los más desafortunados morían en soledad, sin testigos y desde su lecho buscaban desesperadamente un interlocutor para poder expresar lo que sería su epitafio. Así, era común verlos tirados en el medio del campo de batalla, recitando a los gritos estas frases esplendorosas, que la mayoría de las veces eran ahogadas por los gritos, el rechinar de las espadas, los cañonazos y los insultos más groseros que terminaban opacando la solemnidad del momento. Algunos compañeros intentaban rendirle honores a los moribundos y entre su ballesta y sus granadas buscaban rápidamente una birome con la cual anotar las palabras de aquel que yacía herido a muchos metros y les hacían repetir varias veces las palabras y hasta deletrearlas, dependiendo del ruido del enfrentamiento o del poco conocimiento en ortografía del que tomaba apunte.
Tomemos el ejemplo de estos valientes y no dejemos que la muerte nos sorprenda de un golpe apagando nuestra voz con un vulgar: “no lo vi venir..” o “me cerró, el hijo de puta”. Dediquemos unos segundos del día para ensayar nuestra mejor despedida. ¿Cuál será la tuya?

miércoles, 25 de febrero de 2009

La "monoatención"

Recientes estudios de la Universidad de Kalahari revelan el particular funcionamiento del cerebro masculino. Un grupo de especialistas determinó que, si bien físicamente existe la posibilidad de realizar múltiples procesos a la vez, extrañamente este órgano, cuando por ósmosis es vulnerado por testosterona, unifica las vías de conexión y crea una sola respuesta posible para una situación compleja de diversos estímulos.
Cuando una tarea requiere el máximo de atención, los otros canales de información se cierran para potenciar la resolución de la misma. Este mecanismo se activa ante un episodio de peligro, huida o extrema tensión, como por ejemplo, cuando el delantero del equipo contrario sale corriendo con la pelota. En ese instante, es imposible que el masculino registre concientemente cualquier otro tipo de cambio en su ambiente, ya sea una pregunta, un comentario, un pedido de auxilio o la explosión del calefón en su propio rostro. El empobrecimiento de sus funciones cerebrales se observan claramente en el gesto involuntario de sus músculos. Si alguien trata de interactuar en el momento de "monoatención", chocará con una mirada absorta, perdida, la mandíbula caída y extremidades muertas.
Existen grupos de ayuda para guiar a los familiares directos quienes muchas veces no saben cómo actuar y se frustran mientras permanecen parados frente al ser querido y éste los atraviesa con los ojos vacíos. Es importante saber cómo proceder y contener las ganas de sacarle el duodeno por la boca y prenderle fuego la Playstation.

martes, 24 de febrero de 2009

Peter Richardson y los Mitos griegos

Todos recordarán el caso de Peter J. Richardson, el famoso Doctor en Historia que enseñaba mitos griegos falsos a sus alumnos y casi acaba con la reputación de la Universidad de Oxford. Richardson recitaba las historias más fabulosas de esta cultura con una pasión tan profunda que cautivaba la admiración de sus alumnos y las clases terminaban con decenas de educandos de pie gritando: “otra, otra” y no pocas veces todo finalizaba en un frenético pogo.
Este excéntrico profesor fue ganando popularidad y comenzó a preocuparse por detalles que enfatizaban sus relatos. De esta manera agregó música de fondo, juegos de luces y hasta un show de lásers que representaba La boda de Peleo y Tetis. Pero el público era cada vez más exigente y así fue como comenzó a distorsionar los mitos agregando episodios inexistentes, pero que sumaban acción y emoción a las epopeyas.
Desde allí, el paso a la invención absoluta fue corto y concreto. Aquí exponemos un fragmento de uno de los mitos inventados:

“Pantoja, la hija de Eróculo y Epíteto, nació con forma de pájaro de mil cabezas y cada una con dos ojos para observar al mundo. Pantoja veía lo que nadie podía ver. Pero era incapaz de ver lo que hacía su esposo Hipotenuso en la oscuridad. Pantoja se ponía loca porque sospechaba que Hipotenuso andaba con Diclofenasia, la hija del Dios Pluto y una serpiente emplumada. Una noche le arrancó la cabeza a Hipotenuso, por las dudas, y la convirtió en una bola de fuego con la que quemó el pelo de Diclofenasia, luego su vestido más bello y finalmente su casa con sus hijos adentro. Esto desató la ira del Dios Pluto que desde ese día no le dirige la palabra y teje y desteje mañanitas para olvidar.”

Peter J. Richardson salió de la cárcel después de cumplir 2 años de condena y a los 6 meses murió de Tétanos por clavarse un vidrio en la encía mientras destapaba una cerveza con la boca.
Hoy tipo una y cuarto, brindemos por Peter.

domingo, 15 de febrero de 2009

El determinismo estético de los apellidos.

Existe un determinismo literario sobre la historia , una relación entre la música de los apellidos y la belleza con la que representan un concepto. Daniel Gabriel Fahrenheit estaba predestinado a nombrar una escala de temperatura, pero a la vez le sobraba glamour como para bautizar a un perfume francés. A Pasteur parece que le hubiera pagado La Serenísima para poder decir que su leche está “pasteurizada”, proceso que la gente del vulgo desconoce, pero que hace vender miles de litros.
Imaginen si el inglés Reubens Sándwich se hubiera llamado: Reubens Montoteronis. Hoy sería un incordio pedir un Montoteronis de jamón y queso, bien tostado.
Sólo alguien con un nombre impresionantemente armonioso podía poner en jaque a la humanidad y a la iglesia católica. Galileo Galilei expresó que la tierra se movía y giraba alrededor del sol y hoy se sigue aceptando esa ridiculez sólo porque es maravillosamente estético que alguien con ese nombre le imprima una cuota de belleza artística a los libros de historia y ciencia.
Ralph Laurent no podría haber puesto una panchería, ni siquiera en Recoleta, estaba destinado a algo más. Aunque sí podrían haber puesto una heladería Dolce &Gabbana.
Con mi apellido, llego a una tratoría italiana en Belgrano…y vos?

viernes, 13 de febrero de 2009

Sobre los postres modernos

Extraño las épocas donde un buen postre, de esos que el paladar no olvida, debía tener chocolate o dulce de leche como condición indiscutible. Hoy, la moda de la cocina gourmet y los platos de autor han hecho estragos en los menúes y han empobrecido drásticamente las opciones dulces.
Los chefs pueden presentar sin pudor un "mouse de maracuyá con espuma de melón y suspiros de canela" o un "souflé de frutos rojos, bañado en coulis de pimienta dulce, aromatizado con espíritu de café". Estas propuestas etéreas, además de ser volátiles, vienen en tamaños vergonzosos y se trata de expandir el área depositando dos hojas de menta a un lado o chorreando el plato con alguna salsita.
Amigos de los placeres mundanos, tenemos que unirnos para no permitir que esto siga sucediendo. Empecemos a actuar ya. Podemos comenzar alborotando el clima del restaurant instigando al mesero: “Te pedí la carta de postres, no las rimas de Becquer”, “La otra parte me la traés después?” , “Te comiste la mitad en el camino, hijo de puta?”.
No estoy sugiriendo que volvamos a la casata, el bombón escocés y la macedonia, hemos evolucionado y hoy contamos con chocotortas, brownies con helado, marquise de chocolate, volcán de chocolate, etc. Breguemos por la incorporación de estos postres en la carta, por su tamaño, contundencia y que exista la opción de agregar extra chocolate, extra helado o extra dulce de leche en todos los casos.
Sumate!

martes, 10 de febrero de 2009

V de vergüenza.

La vergüenza es un sentimiento de origen social y cultural. Originalmente no existe y esto puede comprobarse en la naturalidad con la que un bebé descarga un estrepitoso flato frente a una numerosa fila de tías y corona el hecho con una mirada orgullosa y una sonrisa compradora.
La vergüenza ajena es un caso rebuscado porque la situación que la provoca no pone en compromiso la integridad de nuestra imagen, pero sentimos compasión al ver cómo se destruye el orgullo de otro. Por ejemplo, cuando no hace mucho un compañero de gimnasio salió eyectado de la cinta y cayó de cuarto trasero al piso.
También existe la vergüenza tardía. Esta puede aparecer, hasta años después de ocurrido el hecho, cuando uno toma conciencia de un error. Aquí expongo nuevamente un caso del que fui víctima y en el que reparé años después sin poder evitar el enrojecimiento de cachetes. Hace mucho tiempo estaba yo de viaje y mientras tomaba sol en una pileta, se acercó un canadiense de unos 100 kg en zunga y botas texanas. El extranjero se dirigió a mi y dijo: “Nice girl”…yo intenté hacer alarde de mi sarcasmo y de mi inglés y respondí: “Nice boobs”, cuando en realidad quería hacer referencia a sus botas y no a sus pechos que sobrepasaban el tamaño de los míos. En el momento no me dí cuenta, tal vez consternada por la imagen de ese enorme y fláccido cowboy, no reparé el error.
La memoria es terca en borrar esas situaciones embarazosas y a veces nos trastorna haciéndonos repasar hechos que hirieron nuestra vanidad. Como aquella vez en la escuela cuando me estaba hamacando con la silla y de pronto sentí que me caía hacia atrás y enganché los pies en la mesita para agarrarme, pero lo único que logré fue lanzarla sobre mi cabeza y estamparla contra la pared. Por suerte me sentaba última y no hubo heridos, pero nadie podía creer cómo había logrado tal esplendoroso golpe y despliegue de hojas, pedazos de banco y lápices en tan sólo unos segundos.
Alguien que conozco le tiene mucho temor a los murciélagos y un día, caminando por un parque de árboles poblados de estos bichos, una hoja osó caer sobre su frente y, absolutamente sugestionado, se lanzó cuerpo a tierra al grito de: “sáquenmelo”. Una pareja que caminaba atrás, se acercó y preguntó: “estás bien?”….”ehhh, sí, sólo me doblé el tobillo”. Esta anécdota trae a colación las técnicas para intentar disolver el hecho traumático, como dar un pequeño saltito después del tropezón, treta para que la gente piense que nos encanta decorar nuestra caminata con saltos ornamentales espontáneos, en vez de que no vimos esa piedra.
A los sueños también les deleita humillarnos con situaciones vergonzosas. Salir a la calle sin pantalones o defecar en público, son clásicos ardides oníricos para golpear nuestra vanagloria.
¿Qué situación te dio mucha vergüenza y aún no superaste?

sábado, 7 de febrero de 2009

Los inventores de recuerdos.

Dentro de la fauna humana hay una especie muy particular: Los inventores de recuerdos. Estos individuos crean historias, las ornamentan o se incluyen como protagonistas en anécdotas de las que jamás fueron parte. No tienen el menor recato en contar los acontecimientos llenos de detalles falsos desafiando a la memoria de quienes fueron los verdaderos actores.
Hay algunos tan convincentes que hasta llegamos a dudar sobre la pertenencia de esa Copa del Campeonato de Voley que tenemos en la repisa.
Las historias, mientras son contadas por estas personas,van desandando el camino de nuestros recuerdos y éstos van chocándose con acontecimientos que nunca sucedieron y tenemos la extraña sensación de estar locos. ¿Será como yo lo recuerdo o será como él lo cuenta con tanta seguridad? De cualquier forma, casi nunca son interrumpidos con correcciones porque generalmente el cumpleaños de un amigo o la despedida de soltero de otro no es momento para declararse enajenado o para poner en evidencia la enfermedad de nuestro desvariante compañero.
Pero, ¿debemos permitir que nos roben nuestra historia?. Hace 3 años en Pilimburg, Alemania, se creó un grupo de ayuda cuya misión era devolverle el protagonismo a los verdaderos protagonistas, así este grupo se reunía todas las noches y encuentro tras encuentro contaban las historias como ellos las recordaban, para no olvidarlas. Pero después de funcionar durante 6 meses, comenzaron a descubrir que había Inventores de Recuerdos infiltrados que, desde allí, seguían trastornando la realidad.
El grupo finalmente se disolvió y decidieron que cada uno tenía el derecho a recordar lo que se le daba la gana.

jueves, 5 de febrero de 2009

Una teoría sobre lo sueños.

Los sueños, paradójicamente, siempre han desvelado a los hombres. La incomprensión de estas creaciones propias, nos hace pararnos frente a nuestra mente como si lo hiciéramos ante un extraño.
En los años 80, el Dr. Francoice Dubeaux, de la Universidad de Castel Chandon, Bell Ville, propuso una teoría, hoy abandonada, pero muy osada y a la vez atractiva para su época. Este catedrático aventuraba la hipótesis del “guionista interno”. En sus ensayos expresaba que una parte de la mente tiene la función de “guionar” nuestros sueños durante la vigilia para representarlos cuando se abra el telón de la noche; y del talento y la creatividad de este área dependería la espectacularidad u originalidad de nuestros sueños.
Dubeaux distinguía diferentes tipos de “guionistas”. Estaba el más perezoso que solía componer una historia con los residuos de los hechos del día. Este refrito onírico podría evocar a personas o actividades que estuvimos haciendo esa misma jornada, pero mezcladas o desordenadas para aportar un grado, muy pobre, de sorpresa. También se encuentra el “simbólico”. Es aquel que busca metáforas más o menos rebuscadas para expresar un sentimiento. Por ejemplo, cuando nos vemos envueltos en un escenario complicado en nuestra oficina y éste involucra a varios compañeros que no quieren afrontar un desafío importante, y a su vez intentan persuadir al jefe de su competencia para la tarea y éste los apoya, pero parcialmente, podemos soñar que el inodoro nos traga.
Por otro lado está el amante de las superproducciones y ante la duda entre comprar un termotanque u otro, nos hace soñar que viajamos en la parte trasera de un colectivo y que por la ventanilla vemos cómo el cielo se tiñe de rojo sangre y se llena de nubes de fuego que son avivadas por vientos huracanados que van desintegrando humanos y haciendo explotar estaciones de GNC a su paso.
Nunca falta el amante de la acción y las persecuciones, como tampoco el romántico de los finales felices, pero la parte más rica de su teoría no radica en esta categorización, sino en sus ejercicios prácticos para eludir los designios del guionista y tomar poder sobre nuestros sueños. Dubeaux afirmaba que apenas dudemos de la realidad del sueño, hagamos un poquito de fuerza para tomar conciencia de él, pero no tanta como para despertarnos. Para graficar, figuremos que estamos soñando que cenamos un bistec con Ante Garmaz, pero algo no nos cierra. Ahí nos damos cuenta de que somos vegetarianos y eso es imposible, debe ser un sueño. Esa es la llave que nos permitirá controlar la situación y convertirla, si es nuestra voluntad en una orgía romana.
Esta práctica ayudará a nuestro guionista interno a descubrir nuestros intereses y delinear obras maestras que no nos den ganas de despertar.