domingo, 15 de febrero de 2009

El determinismo estético de los apellidos.

Existe un determinismo literario sobre la historia , una relación entre la música de los apellidos y la belleza con la que representan un concepto. Daniel Gabriel Fahrenheit estaba predestinado a nombrar una escala de temperatura, pero a la vez le sobraba glamour como para bautizar a un perfume francés. A Pasteur parece que le hubiera pagado La Serenísima para poder decir que su leche está “pasteurizada”, proceso que la gente del vulgo desconoce, pero que hace vender miles de litros.
Imaginen si el inglés Reubens Sándwich se hubiera llamado: Reubens Montoteronis. Hoy sería un incordio pedir un Montoteronis de jamón y queso, bien tostado.
Sólo alguien con un nombre impresionantemente armonioso podía poner en jaque a la humanidad y a la iglesia católica. Galileo Galilei expresó que la tierra se movía y giraba alrededor del sol y hoy se sigue aceptando esa ridiculez sólo porque es maravillosamente estético que alguien con ese nombre le imprima una cuota de belleza artística a los libros de historia y ciencia.
Ralph Laurent no podría haber puesto una panchería, ni siquiera en Recoleta, estaba destinado a algo más. Aunque sí podrían haber puesto una heladería Dolce &Gabbana.
Con mi apellido, llego a una tratoría italiana en Belgrano…y vos?

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