miércoles, 29 de abril de 2009

Pestes del fin del mundo

Lloverán mosquitos con Dengue, los ríos se llenarán de saliva de gente con Gripe Porcina, el cielo se cubrirá del virus de la fiebre amarilla y pus brotará de los ojos de los pecadores.
Los alertas y las recomendaciones para superar este momento de pandemia no bastan, por eso, desde este humilde espacio pretendo colaborar con la higiene del pueblo brindando algunos consejos para mantener la salud:
Al despertar, hágase gárgaras con Lavandina pura, frote sus ojos con agua oxigenada y hunda sus manos en ácido sulfúrico, dos segundos y no más de dos segundos. Esto ayudará a remover las bacterias de la piel y de las mucosas y le dejará un agadable aroma a Pino del Monte.
Antes de comer, rocíe los alimentos con alcohol. Si no posee alcohol, use unas gotas de kerosene, encienda con un fósforo, deje arder por 5 minutos y luego coma sin preocupaciones.
No use trasportes públicos ni asista a eventos donde se congreguen más de dos personas, contándolo a usted.
Si le resulta práctico, puede aplicarse un enema de soda cáustica para obtener un efectivo lavaje intestinal.
Si tiene contacto directo con alguien infectado, ampútese inmediatamente la extremidad.
Sobre todas las cosas, mantenga la calma y confíe que, cuando la llame, una ambulancia llegará con celeridad a su hogar para asistirlo, siempre y cuando usted no sea el único ser con vida sobre la Tierra.

domingo, 19 de abril de 2009

El hombre inspirado.

La voluntad del ser humano muchas veces encuentra fuerzas en expresiones artísticas, en actos heroicos, en calamidades burladas por el ingenio o la solidaridad o en el espíritu de aquel que sobrelleva una tortura con una sonrisa.
Las cosas más inesperadas pueden reverdecer nuestras esperanzas y hacernos encontrar un sentido a la existencia. Un mail con las fotos de un perro que camina en dos patas, superando con dignidad su falta de patas delanteras puede convertirse en una muestra de que la humanidad no está perdida, o al menos los canes no lo están. Esa sola cadena de mails nos puede hacer pensar: “la pucha que vale la pena estar vivo” y salir a la calle con cara de “se puede, loco, vamos”, mientras nos movemos con un rostro radiante que transparenta la fe en la humanidad, la confianza en el hombre, en el mismísimo creador de la cultura, en el sensible artífice de la música, el lenguaje y la escultura, este rostro hace que te choreen en el subte, pero esa sombra en el camino no hace más que iluminar la meta de que todos los hombres merecen ser elevados de la miseria y sus almas sensibles deben ser abrazadas por las emociones del arte, el atajo más efectivo hacia la grandeza del espíritu. Nada puede detener al que ha sido conmovido por el mail del perrito. Esa bravía de corazón será invencible, impenetrable, inquebrantable durante los 35 minutos que dura y nuestro héroe será capaz de resistir con una mueca de valor todas las afrentas que le depare el destino en ese lapso de tiempo. El hombre inspirado es el animal más temible, es el guardián más feroz de sus ideales y vela por sus sueños, como la leona guarda sus cachorros bajo su rugido. El hombre inspirado es la guadaña que abre paso en la oscuridad, es el viento que desgarra las nubes de la incertidumbre, es el pinche que perfora el brochette del sinsentido cósmico.
Si te llegó el mail del perrito, reenvialo.

Algunas combinaciones de cosas que me hacen feliz.

Algunos hechos aislados que, aparentemente carecen de valor, pueden combinarse y encastrar armoniosamente para lograr experiencias altamente satisfactorias.
Por ejemplo, la lluvia se asocia perfectamente al programa “Grandes construcciones antiguas” de Natgeo y para coronar estas emociones intensas se pueden sumar medialunas con dulce de leche.
La lluvia también es un detonante de placer cuando comienza a caer el día que tengo clases de Biología y aún más de laboratorio, donde el mundo microscópico es el mejor refugio en una tarde de truenos.
Las sábanas recién lavadas, el olor a Sedal en el pelo y el shampoo de gato recién bañado es como un aerosol de Bosques de Lavanda para el alma.
El vino tinto, una amiga y un capítulo de Sex and the city.
Un libro nuevo, música de Edith Piaf y un café de Starbucks.
Un cumpleaños, dos kilos menos y una remerita para estrenar.
Un café con leche a la mañana y la sorpresa de que sobró torta del cumpleaños para desayunar.
¿Cuál es tu combo preferido?

miércoles, 8 de abril de 2009

Criaturas subterráneas.

Debajo de la ciudad existe una comunidad de seres que se mueven como gusanos bajo la tierra. No son los mismos que están arriba. Parecen, pero no lo son.
Cuando una persona de hábitos considerados socialmente corrientes y aceptables se monta en las escaleras del subte de Buenos Aires emprende un viaje que lo transforma a cada centímetro de profundidad. El aire se enrarece de un tufillo espeso que, según las leyes a las que estamos acostumbrados, podemos explicarlo como el fruto del vapor humano condensado en el ambiente, pero en realidad debe tener una composición más compleja que afecta directamente al comportamiento de quienes entran en contacto con él. Así hallamos un mundo que funciona con sus propias leyes y entre sus habitantes es normal encontrar fanáticos que gritan sus convicciones, actores que montan espectáculos para públicos ausentes, cantantes con micrófono y todo, un joven cargando un maniquí y prometiendo que si le dan una moneda, revive, otro sacando fotos macro de los azulejos, alguien que lee poesías en alemán, en voz alta, por supuesto, otros que surfean en el medio del vagón para no tocar las barandas y hasta un señor de traje, pero descalzo. La gran mayoría se sumerge en el letargo y recién despiertan de su estado zombi cuando explotan en una gran estampida hacia la escalera de salida.
Como rara vez veo a estos seres en las calles, manejo dos teorías:1) que la luz de la superficie los modifica al evaporar los restos de vaho subterráneo o 2) que habitan permanentemente allí haciéndose pasar por pasajeros comunes.
Mirá bien dentro de los túneles. Lo que parecen sombras aleatorias, pueden ser ellos, lo que parece una mancha de humedad, seguro es una mancha de humedad.

martes, 7 de abril de 2009

El hombre que coleccionaba cajas

Coleccionar es parte de la rara utopía de lograr abarcar exhaustivamente alguna especie de algo. Es la ilusión de crear un micromundo con todo el espectro existente de un mismo objeto.
Charles Lambert atendía una gasolinería en el sur de Texas cuando el 3 de agosto de 1967 rodó por el piso y chocó contra su pie derecho una caja de galletitas de manteca “GrandCookies”. Quedó atrapado por sus colores, la tipografía, un dibujo de una abuela con batón sirviendo galletas recién horneadas a niños rubios de camisas cuadrillé sentados junto a una chimenea. La tomó del piso y pudo sentir un forro de tela, algo rugoso, al costado y la suavidad de una cinta de seda celeste que servía para cerrar la caja con un voluminoso moño.
Charles inmediatamente la guardó y desde ese momento comenzó a guardar todas las cajas que se cruzaban en su vida. Las que venían volando, las que eran desechadas por los demás, las que contenían las cosas que compraba, las que compraba simplemente por la caja. Charles admiraba cada particularidad de las piezas y se asombraba porque cada una contenía un vacío que, él decía, estaba impregnado del espíritu de la caja. Su esposa se fue con Billy, el mecánico de la cuadra y Charles pronto se vio en el dilema más grande de su vida. Tenía que comenzar a guardar sus cajas en cajas si pretendía llevar un catálogo preciso y ordenarlas según color, forma, contenido original, olor, textura, recuerdos que trae la caja, lugar de procedencia, etc. Entonces, cómo diferenciar las cajas de colección de las cajas contenedoras? Pronto decidió que todas las cajas debían ser parte de la colección y se apuró a coleccionar cajas que podían contener cajas. A esta altura la palabra caja, de tanto repetirla, había perdido el sentido y caja podía ser un pájaro, un grupo de música o un pantalón de moda.
Un día de verano, mientras dormía en el jardín, ya que había destinado cada centímetro de la casa a su colección, se volteó y con su brazo izquierdo aplastó parcialmente a una rana toro que malinterpretó ese azaroso movimiento y le orinó en ambos ojos dejándolo completamente ciego, Algunos del barrio comentaron: “quedó encerrado en su propia caja”. Otros del barrio sólo comentaban lo del mecánico.