martes, 7 de abril de 2009

El hombre que coleccionaba cajas

Coleccionar es parte de la rara utopía de lograr abarcar exhaustivamente alguna especie de algo. Es la ilusión de crear un micromundo con todo el espectro existente de un mismo objeto.
Charles Lambert atendía una gasolinería en el sur de Texas cuando el 3 de agosto de 1967 rodó por el piso y chocó contra su pie derecho una caja de galletitas de manteca “GrandCookies”. Quedó atrapado por sus colores, la tipografía, un dibujo de una abuela con batón sirviendo galletas recién horneadas a niños rubios de camisas cuadrillé sentados junto a una chimenea. La tomó del piso y pudo sentir un forro de tela, algo rugoso, al costado y la suavidad de una cinta de seda celeste que servía para cerrar la caja con un voluminoso moño.
Charles inmediatamente la guardó y desde ese momento comenzó a guardar todas las cajas que se cruzaban en su vida. Las que venían volando, las que eran desechadas por los demás, las que contenían las cosas que compraba, las que compraba simplemente por la caja. Charles admiraba cada particularidad de las piezas y se asombraba porque cada una contenía un vacío que, él decía, estaba impregnado del espíritu de la caja. Su esposa se fue con Billy, el mecánico de la cuadra y Charles pronto se vio en el dilema más grande de su vida. Tenía que comenzar a guardar sus cajas en cajas si pretendía llevar un catálogo preciso y ordenarlas según color, forma, contenido original, olor, textura, recuerdos que trae la caja, lugar de procedencia, etc. Entonces, cómo diferenciar las cajas de colección de las cajas contenedoras? Pronto decidió que todas las cajas debían ser parte de la colección y se apuró a coleccionar cajas que podían contener cajas. A esta altura la palabra caja, de tanto repetirla, había perdido el sentido y caja podía ser un pájaro, un grupo de música o un pantalón de moda.
Un día de verano, mientras dormía en el jardín, ya que había destinado cada centímetro de la casa a su colección, se volteó y con su brazo izquierdo aplastó parcialmente a una rana toro que malinterpretó ese azaroso movimiento y le orinó en ambos ojos dejándolo completamente ciego, Algunos del barrio comentaron: “quedó encerrado en su propia caja”. Otros del barrio sólo comentaban lo del mecánico.

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