sábado, 8 de agosto de 2009

Vientos serranos.

Mario Guarnaschelli hizo un descubrimiento por casualidad: caminaba por unas sierras del sur de Buenos Aires y de pronto algo llamó su atención. Se detuvo y entonces pasó. Al principio era un cosquilleo en la cabeza, después una molestia mayor. Parecía que el viento se enredaba y tironeaba de su pelo. Mario podía sentir las ráfagas dentro de su cabeza. Le costó asumirlo, pero la sensación era vívida y la hipótesis exacta: se estaban volando sus pensamientos. Pudo escuchar cómo de a poco se apagaba el monólogo interno, esa hilera de palabras histéricas que saltaban y se peleaban, esas imágenes irreconocibles revolcándose y mezclándose. Una a una las oraciones incompletas y sin sentido comenzaron a escaparse por los remolinos que dibujaban sus rulos y pudo percibir los primeros huecos de silencio.
Un poco más tarde apareció el olvido. El olvido que limpia, que perdona, que renueva, que llena el aire fresco de algo mucho más liviano que el aire.
Apenas otro poco después llegó la paz.
Mario supo que ese lugar era mágico o que ese viento era mágico, siempre quiso volver, pero jamás recordó cómo llegar.

2 comentarios:

  1. Felicitaciones por tu capacidad, realmente me gustó mucho tu relato.
    Te invito a que descubras la nueva especie. Asomate a mi blog y dejame un comentario:

    http://lascronicasdelangelverde.wordpress.com/

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  2. Gracias por tu comentario! Ahi me meto en tu blog!

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