viernes, 27 de agosto de 2010

Kato.

Caminás airoso, exquisito,
y los anillos de tu cola,
serpiente furiosa,
se enganchan en la tarde
de una medianera ridícula.
Saltás sin gravedad,
Te movés en una física desconocida,
de tiempos eternos y planos inexistentes.
Volvés con un bostezo de dientes de sable.
Entra por mi ventana, al fin,
el ronroneo que le da vida al aire,
ese motorcito que mueve el mundo
donde vivo con vos.

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