sábado, 1 de enero de 2011

La vida el shuffle II

Pienso que la música es el más importante y misterioso de los artes. Tengo una regla muy particular para medir el valor de los talentos y esa es mi propia capacidad para desarrollarlos. En el caso de la música, me resulta absolutamente imposible generar una combinación inédita de sonidos en mi mente y mucho menos canalizarla a través de un instrumento. Es lo más parecido a materializar la imaginación en estado puro, a condensar el espacio etéreo de una idea. No tiene colores. No tiene formas. Juega con la sutileza de las vibraciones del aire.
La música interviene directamente en el cuerpo y en el ánimo, sin ningún proceso intelectual, nos atraviesa y nos ensancha el alma. Pocas cosas nos embriagan con esa inmediatez y con esa lucidez.
Mi ipod es capaz de modificar el paisaje e imponer el ritmo en mi bici. El metal es desafiante, cruzo calles y surfeo autos con decisión. El rock hace que todo se mueva más rápido, hasta el pedaleo. Y las baladas sugieren un paseo más introspectivo, casi como una meditación dinámica.
A veces estoy de buen humor, a veces no, a veces no puedo identificar qué tipo de humor tengo y dejo que mi ipod controle la situación, yo sólo lo sigo. Irresponsable, sumisa, libre.

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