sábado, 19 de marzo de 2011

El lavarropas automático y la mediatización del hombre moderno.

Es muy poco difundida la obra literaria del eximio mimo Marcel Marceau, el maestro del arte de lo intangible, aunque la realidad es que sus escritos complementan y dan un sentido absolutamente revelador a sus presentaciones que muchas veces fueron tildadas por la crítica de Le Figaro “como una bêtise o una pelotudez”.
Marceau era un gran admirador de Marshall Mcluhan, quien en 1964 publicó La comprensión de los medios como extensiones del hombre, su trabajo más reconocido. De McLuhan retomó conceptos fundamentales y construyó su propio personaje como una crítica a la mediatización de las sensaciones humanas. Tanto McLuhan como Marceau estaban convencidos que la tecnología alejaba al hombre de sus raíces naturales y lo convertían en un lejano “operador de recursos”. Cualquier acto, al estar mediatizado, pierde contacto con nuestros sentidos y es imposible interiorizar sus consecuencias. Por ejemplo, no es lo mismo matar a un hombre con nuestras propias manos, sentir como se disuelve el calor de su cuerpo en nuestras palmas, sentir el peso sin resistencia en nuestros brazos, que tirar una bomba desde un avión y matar a miles. El registro consciente del hecho es diametralmente diferente.
Marceau lo expresaba simulando arrancar una flor y dándosela a una dama del público o palpando un plano invisible que jugaba de muro en la imaginación. En este acto, del que se puede preciar cualquier improvisado en la parada de un semáforo, Marcel expresaba la barrera sensitiva que las tecnologías y las herramientas levantaban en la experiencia del hombre, en su asimilación de los actos y en la responsabilidad que despertaba o no sus consecuencias. Por supuesto que nadie llegó a entenderlo tan claramente como cuando en uno de sus escritos dice: “si cada hombre lavara sus calzoncillos a mano, sería conciente de su propia mierda, se apagaría su orgullo, su individualismo, se reestablecerían los lazos de solidaridad y se tejería esa red invisible que siempre nos va a salvar de la acrobacia de estar vivos”. Marceau tenía un estilo que combinaba la crudeza de las palabras directas con la poesía de una nena de 15, pero aún así era contundente en sus ideas y la fuerza de sus conceptos brillan ineludibles en cada párrafo.
Ahora no puedo imaginarme a Marceau subir una escalera inexistente o tirar de una cuerda invisible sin reflexionar: Las tecnologías y los medios no sólo se interponen en nuestra experiencia, sino que la crean. Si no estoy enterada de lo que pasa minuto a minuto en Japón, no estoy viviendo en la realidad? Cuál es el límite de mi realidad? Pienso en la Aldea Global, nuevamente de Mcluhan. Ahora pienso en las miles de acciones cotidianas mediatizadas. Si no consiguiéramos carne en un paquetito en el súper, seríamos capaces de descuartizar una vaca con un Tramontina para comer un asado? Y luego despellejarla para hacernos unas botas? También pienso que somos animales automatizados, con reflejos y conductas repetitivas gracias al cautiverio social y la falta de estímulos reales.
Y ahora pienso en Raquel Mancini.

1 comentario:

  1. Deberías leer "Viven" de Piers Paul Reads. Y ahí, te darías cuenta que somos capaces de hacer!
    Impossible is nothing - Or so they say.

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