martes, 6 de abril de 2021

Guía para dormir la siesta un domingo por la tarde.

Me urge dejar en claro que una siesta de domingo debe cumplir con el requisito de la potencialidad infinita, es decir, no debe responder a limitaciones de tiempo o espacio. Su cadencia de ninguna manera tiene que sufrir la prisa de un evento impostergable, ni la de un compromiso ineludible. Una vez que el durmiente alcance la profundidad del sueño, deberá entregarse de lleno a sus abismos con el inconsciente limpio de agenda. 

Asegurado este requisito, recomiendo el uso de pijama. Cuando estamos calzados en ese algodón gastado de estampado absurdo el cuerpo se predispone instintivamente para el descanso. También sugiero el uso de su propia cama, por los mismos motivos, pero si la pereza lo sorprende en jean sobre el sofá de la casa de un amigo, no se resista y ejerza su derecho a la siesta, aunque sea en jurisdicción ajena. 

Puede comenzar con un bostezo que sea casi un exorcismo, para luego darse de bruces contra el colchón. Si el clima lo requiere, una vez arropado, estirarse con fuerza, tensando hasta el último músculo y sostener esa tensión lo máximo posible, sin llegar al desgarro, pero reflejando el esfuerzo en el rostro ridículamente contraído. Inmediatamente relaje sus carnes, derrítase sobre las sábanas. Entregue todo su peso a la superficie, como si fuera a traspasar el colchón con su cuerpo y con una exhalación, suelte su mente y caiga. 

La experiencia de la siesta puede acercarse al éxtasis si es coronada con el sonido de una tormenta de verano, el arrullo de las chicharras, un fuego cercano crepitando o la promesa del aroma del pan recién horneado. 

Durante los domingos nuestro inconsciente suele visitar más a menudo patios de la infancia, el patio de la escuela o de la casa de alguna abuela o patios con naranjos que nunca conocimos durante la vigilia. Las imágenes emanan una humedad perfumada que nos abraza y nos acompañan con amor hacia estamentos más profundos del sueño. En la cocina de un apartamento de vacaciones, en un coche o en la habitación de algún lugar donde jamás fuimos se reúnen de manera anacrónica y transgrediendo las leyes de la vida y la muerte, las personas más significativas de nuestra vida. Es un encuentro lleno de risas y qué lindo es verlos reír de nuevo. Ningún despertador, vendedor de bombonas de gas o camión recolector debe interrumpir el cosquilleo en el corazón de una siesta de domingo. 

Al despertar habrán pasado 20 años o muchos más. Quédese acostado y relámase con las imágenes todo lo que pueda. Luego, con calma, tómese el tiempo necesario para averiguar si debe merendar o cenar. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario