sábado, 30 de mayo de 2009

Cuentos de Terror

Un fogón, un pijama party, una noche sin luz en un casco de estancia o dentro un ascensor que dejó de funcionar son lugares o situaciones propicias para el relato de cuentos de terror. No falta quien inicia la oleada de historias con mitos más o menos conocidos, pero anónimos. A esto le sigue alguien que detalla algún episodio esotérico que le aconteció a un conocido de un conocido, para después recordar y compartir lo que le pasó a un amigo de un amigo. Hasta ahí, la mente cuerda se entretiene por el valor de las historias llenas de suspenso, intriga y adrenalina, pero mantiene la esperanza de que estos hechos no hayan sucedido nunca (por la falta de pruebas directas) y de que jamás nos tomarán como víctima. Hasta que, finalmente, se quiebra esa delgada capa de seguridad que nos separa del mundo del más allá cuando el menos esperado lanza un revelador: “Les voy a contar algo que me pasó a mí”. Y allí, el espontáneo protagonista, arroja la escena más escalofriante de todas. Un encuentro cercano del tercer tipo con la criatura más espeluznante, una persecución despiadada o una aparición de esas que dejaría a punto caramelo el corazón de cualquiera. Entonces, ¿es nuestro compañero un delirante o decidimos confiar en su salud mental y en su buen criterio para distinguir realidad de fantasía y de esa manera aceptamos la posibilidad del encuentro sobrenatural? Cualquiera de los dos casos es una aberración para la mente cuerda y ésta no logra salir de la encrucijada fácilmente. Si nuestro compañero es capaz de ver esos seres y conviven cerca de él, yo estoy cerca de él, yo estoy cerca de esos seres. Si nuestro compañero es un enajenado o un enfermo mentiroso y consideramos, además, que es el contador de nuestra empresa y a quien encomendamos nuestros hijos cuando nos vamos de viaje, sigue representando un problema, más terrenal, pero no menos aterrador.
Tal vez en la próxima oportunidad, vos tengas algo que contar.

1 comentario:

  1. ...una noche sin Luz...
    EL SÓLO HECHO DE PENSARLO... ME MATA

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