jueves, 4 de febrero de 2010

No apto para románticos

Ayer me preguntaron si creo en el matrimonio. Pienso que es un acto totalmente cultural y como cultural que es, por definición, es antinatural. Hay suficiente evidencia a lo largo de la historia de uniones por conveniencia y separaciones por infidelidad. Pero, yendo al acto en sí, entrar a un edificio vestida como jamás me vestiría para salir a la calle, pararme frente a un señor, ataviado aún mucho más ridículamente que yo (que alguien que conozco dice que viene de manosear niños), parado debajo de una figura de un hombre semidesnudo y crucificado y prometerle que voy a estar para el resto de mi vida con la persona que está al lado mío, cuando por experiencia sé que también la he pasado muy bien con otros y él de la misma manera, es al menos, para no decir otra cosa, bizarro.
El hombre es un animal rarísimo que teniendo tanta capacidad para expandirse mental y emocionalmente, se la pasa creándose estructuras para encerrarse: la escuela, la empresa, el club, las fundaciones, la familia, el matrimonio y cualquier forma de amontonamiento social que lo haga sentir que pertenece a un grupo, que comparte intereses con otro, que puede identificarse con los demás y proyectar un futuro hacia donde no va a caminar solo. Y esa es una de las mayores virtudes que perdió el ser social: la capacidad de estar solo. La estabilidad, la seguridad y la eternidad son ilusiones que buscamos para acallar al miedo a lo desconocido y a la soledad. Cuando aprendemos a disfrutar de nuestra propia compañía es cuando podemos estar con alguien sin exigencias, sin la necesidad de promesas, papeles o testigos celestiales. Cuando aprendamos a conocernos y nos sinceremos con nosotros mismos será cuando podamos tener una sociedad más solidaria, más compasiva, más permeable al sufrimiento ajeno, con lazos más profundos y reales.
No soy una ferviente opositora del matrimonio, me resulta tan insignificante que me da lo mismo y si a mi mamá o a mi suegra les hace feliz, hasta tal vez lo haría.
Eso creo.

6 comentarios:

  1. No me interesa que se unan ante la ley o el señor, pero sí me interesa que hagan una fiesta... ¿eso me convierte en pro-matrimonio? ¿no podemos hacer una fiesta en su honor sin que se casen?

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  2. Estimado Mike, eso no te convierte en un militante del matrimonio, sino habla de tu capacidad para disfrutar y sacar provecho de la inversión ajena y así como participas alegre y desinteresadamente de un casamiento, lo mismo te da un cumpleaños, un bautismo, una graduación, un bar mitzvá o cualquier oportunidad donde sea el otro el que solvente la comida, la bebida y el DJ. Saludos.

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  3. Estimada Verónica:
    Si se fija usted con atención, notará que a la hora de conjugar el verbo 'hacer', en el sintagma que plantea de manera abierta y frontal la posibilidad de organizar una fiesta en su honor (sí, en el suyo), utilicé el presente indicativo 'hacemos', haciéndome cargo, como enunciador, de la propiedad transitiva que tan pesado vocablo supone a quien asume la responsabilidad de realizar la acción que éste implica.
    Por consiguiente, su especulación acerca de mis malas (y vinculantemente avaras) intenciones, carecen de fundamento alguno.
    Alejado ya de cualquier tipo de relación que me asemeje con el personaje principal de la clásica obra del genial Molière, le recuerdo que la aprecio profundamente, a usted y su futuro marido, y que entiendo perfectamente que todo esto es una simple fachada de una mujer que lucha permanentemente contra sus demonios cursis que le piden, cuando apoya la cabeza en la almohada, que su vestido blanco lo diseñe Gino Bogani y que la fiesta se desarrolle en el Alvear Palace.
    El vino de la fiesta correrá por cuenta mía, e iremos a elegirlo y comprarlo con el novio y los padrinos Filiberti y Radice.

    Sin más, procedo a dejarle un fuerte y afectuoso abrazo virtual: ({)

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  4. Estimado Mike, tiene ud. razón, yo no había reparado en el sentido personal del que estaba impregnado el mensaje y he respondido como si ud. fuera un arduo celebrador de la unión de cualquier pareja, y como tal, un empedernido disfrutador del primer evento que se le cruce en la agenda. Mis disculpas por el mal entendido.
    La especulación sobre la avaricia carece de fundamentos, como bien lo nombra, y en ese aspecto debo culpar al anonimato que para mí implica su seudónimo. Decididamente, no tenía fundamentos para juzgar a un desconocido, pero me encantó hacerlo y no reniego de eso.
    Con respecto a mis demonios cursis, debo admitir, que jamás dormí con ellos. Mi madre se pregunta si esto de debe a que no he tenido demasiadas muñecas en mi infancia, pero siempre elegí tener animalitos de peluche y hoy me considero más proteccionista y conservacionista del la vida salvaje que seguidora de las reglas del mundo civilizado.
    De todas maneras y respondiendo a su cuestión inicial, podemos hacer una fiesta, celebrar la vida, los encuentros y serán bienvenidos, tanto su grata presencia, como el vino que se dispone a aportar.
    Mis más respetuosos saludos.

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  5. bueno, bueno, bueno...! veo q se ha organizado una fiesta y sin q se me invite...
    yo si soy avara, me vanaglorio de ello!!disfrutaré de todo cuanto organicen, tomaré el vino, reire y bailaré hasta caer rendida, es mas, me aventuro a decir q seguro me quedaré con el ramo q tire la noviecita!

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  6. Si definitivamente se organiza la fiesta, pierda cuidado que recibirá su tarjeta y si soy yo la encargada de arrojar el ramo, le apuntaré bien para que no se pierda de nada.

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