lunes, 1 de febrero de 2010

Sobre la tecnología

En la Antigüedad un hombre era capaz de saber todo lo que se sabía en su época. Hoy, en materia de escarabajos no más, por tomar un ejemplo, hay descriptas unas 360 mil especies y a cada segundo se generan y se publican toneladas de datos de temas sobre los cuales podemos vivir tres vidas seguidas sin tener la necesidad de enterarnos que existen.
Todos estamos conectados por una red que nos hace visibles constantemente. Mientras estemos on line, el mundo nos sigue con su spotlight digital y cualquier desconocido del punto más remoto del planeta se puede enterar que las empanadas, me gustan de provolone. Facebook, Twiter, MSN, Google, You Tube y cualquier dispositivo que salga mañana para tener Internet endovenoso y publique automáticamente hasta el último acto insignificante de tu vida, para que otros, con menos vida aún, lo comenten y lo festejen, es, para muchos adoradores de la tecnología, un avance. ¿Un avance para ir adónde?, pregunto yo. Entonces, en este momento, aparte de vegetariana, soy retrógrada. Pero sólo veo que la tecnología y la capacidad para sobreconectarnos o sobreinformarnos esquiva ampliamente a la pregunta: ¿para qué? ¿De qué nos sirve la información si no hay reflexión, si no hay cambio, si no hay un plan?
Sabios, eran los de antes. Hoy hay miles de zombis aturdidos, repitiendo titulares de diarios, compartiendo imágenes de vidas ajenas, espiando hasta el hartazgo las intimidades de gente que no tiene intimidad, fantaseando en ventanitas de chat con personas que no existen, apoyando causas con el mouse, invirtiendo tiempo en tardes estériles y en noches con luz de monitor.
No reniego de la tecnología, la uso y no dejo que me use. No soy una desertora del mundo informado, sólo averiguo lo que quiero saber o aprendo aquello que me da placer aprender. Y si este post lo lee un armenio mientras se prepara un café con ron, que lo disfrute, brindaré por él esta noche.

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